ENSEÑANZA Y APRENDIZAJE POR COMPETENCIAS. COHERENCIA DE LA
EVALUACION
Claudio Barrientos Piñeiro
En
todos los ámbitos de la vida y en más momentos de los que nos podemos percatar,
realizamos reflexiones y emitimos juicios valorativos, que indistintamente de la
edad o condición educativa es común a todo ser humano.
En este
sentido, es dable asegurar que esta reflexión es un proceso evaluativo informal,
inseparable de nuestra condición, aunque en este sentido se trata generalmente
de juicios de satisfacción.
En el
ámbito de la educación, y de manera mucho más prolija y formal, encontramos una
serie de enfoques, formas y principios de llevar a cabo este proceso, tanto
desde una evaluación institucional, de programas educativos, de formación
docente, proyectos, actividades educativas, clases, etc. De este modo, la razón
de ser de este tipo de evaluaciones tiene que ver directamente con los grandes
fines de la educación, orientada a la búsqueda del mejoramiento continuo de la
calidad de la enseñanza.
De esta
manera, al poner como foco de atención la evaluación de los aprendizajes,
cobra relevancia automática la forma en qué, cómo, cuándo y con qué evaluaremos
sus alcances y progresiones. A partir de esto, debemos ser consientes que no ha
sido fácil encontrar consensos sobre cuál debe ser la mejor forma de plantearlo
y llevarlo a cabo. Sin embargo, múltiples investigaciones de expertos nos situarán en un
lugar de referencia desde donde poder enfocar nuestra acción docente.
En
relación a los aprendizajes, hace bastante tiempo ya se ha planteado que la
sola adquisición de conocimientos disciplinares por sí mismos no son suficientes
para poder desenvolvernos en esta sociedad, principalmente por todo lo que ha
conllevado los avances de los medios tecnológicos y de comunicación. Desde hace
más de una década esta mirada se ha puesto en el desarrollo de competencias, entendidas
como el conjunto de saberes, habilidades, actitudes y valores que se articulan
en la acción, en contextos determinados, para dar respuesta a la resolución de problemas
a lo largo de la vida.
Sin embargo,
y tal como lo plantea Perrenoud (2008), aún existe dos posiciones antagónicas acerca
de lo que es más conveniente privilegiar en la enseñanza. Por un lado los que manifiestan
que no se pueden dejar de promover los saberes y conocimientos emanados de los
contenidos disciplinares, y por otro, los que plantean que se debe privilegiar
el desarrollo de competencias, y que ambas
posiciones son complementarias y dependientes unas de otras ya que necesariamente
para desarrollar competencias se deben
movilizan saberes.
A raíz
de lo planteado anteriormente, este tema ha sido de mucha discusión en el mundo
académico y profesional docente, pero nosotros nos posicionamos en el
convencimiento de que el segundo planteamiento es un enfoque adecuado por
el que se debieran guiar los horizontes
de la educación.
Sin
embargo, al situarnos en la evaluación de los aprendizajes por competencias, desde
la educación parvularia hasta la universidad, es posible detectar incongruencias
didácticas y técnicas que afectan este proceso.
Es fácil observar la existencia de un puente roto entre elementos claves de la enseñanza,
el aprendizaje y la propia evaluación.
En este
sentido, si visualizamos que el proceso enseñanza–aprendizaje está compuesto
por varios eslabones que sincronizan su proceder, podremos fácilmente
entender la lógica de lo que queremos plantear. De esta forma, nuestro punto de
partida será un enfoque constructivista
de la enseñanza y el aprendizaje por competencias.
De esta
manera planteamos que todas las fases del proceso de enseñanza debe ser
coherente, partiendo desde el momento de la planificación.
Ésta, alineada congruentemente con las metodologías
que se utilizarán en el aula. No será posible desarrollar competencias si se aplica
una didáctica rígida, jerárquica,
academicista, con un foco exclusivo en los contenidos y de actuación pasiva de
los estudiantes. Esto, restringirá las opciones de participación de los alumnos
obstaculizando el desarrollo de actividades enfocada al fortalecimiento de
conocimientos, procedimiento y actitudes, que conjugarán la formación de dichas
competencias con una significación más poderosa.
En esta
misma línea de coherencia es preciso que se coordinen y articulen procedimientos
que unan adecuadamente las metodologías aplicadas con la evaluación de los aprendizajes. Sería un error enseñar académicamente
y evaluar competencias o trabajar descripciones y análisis y evaluar
conocimientos.
En este
sentido será importante tener en cuenta tres elementos fundamentales: Las técnicas
e instrumentos a utilizar en la evaluación, la forma y los momentos de
aplicación de los mismos.
En el
primero caso Cano (2008) nos plantea que la
evaluación por competencias nos obliga a utilizar una diversidad de instrumentos y a implicar a diferentes agentes. Ante
ello, los docentes debemos estar a la altura de esta formación para conocer y
aplicar adecuadamente estos instrumentos. En la misma idea, pero en relación a
la forma de aplicación de ella, la misma autora señala que puede
hacerse por parte del profesorado, por parte de los compañeros o por parte del
propio estudiante (o por todos ellos, en un modelo de evaluación de 360º), pero
en cualquier caso debe proporcionar información sobre la progresión en el
desarrollo de la competencia y sugerir caminos de mejora (Cano, 2008; 10). De acuerdo a lo planteado, un aspecto esencial en este tipo
de evaluación será que el propio estudiante se involucre con sus avances y se
haga parte de este proceso de construcción de su propio conocimiento. Por otro lado, se debe priorizar la realización
evaluativa en diversos momentos, de tal manera que nos entregue suficiente información
para un diagnóstico, proceso y al final de trabajo, otorgándole una importancia
trascendental al feedback continuo que debe ser el núcleo de la construcción
personal del conocimiento.
De
esta forma, utilizar como técnica evaluativa proceso una autoevaluación, heteroevaluación,
coevaluación, evaluación colaborativa, entre otros, serán procedimientos muy
adecuados para que efectivamente se pueda ir construyendo nuestro conocimiento y
desarrollando competencias para la acción comunicacional y técnicas
como: leer, escribir, observar, comparar, calcular, anticipar, planificar,
juzgar, evaluar, decidir, comunicar, informar, explicar, argumentar, convencer,
negociar, adaptar, imaginar, analizar, comprender, entre muchas otras, que
permitirán a los estudiantes adquirir herramientas claves para ir entendiendo
el mundo y solucionando problemas simples, complejos y concretos al que
diariamente hay enfrentarse.
Finalmente, es preciso mencionar nuestro acuerdo con Cano
(2008), quien concluye que la evaluación ha de hacer más conscientes
a los estudiantes de cuál es su nivel de competencias, de cómo resuelven las
tareas y de qué puntos fuertes deben potenciar y qué puntos débiles deben
corregir para enfrentarse a situaciones de aprendizaje futuras. (Cano,
2008; 10). De esta manera se propenderá a cimentar en los estudiantes una
conciencia asertiva acerca de que el aprendizaje es un camino de
construcción de toda la vida.
BIBLIOGRAFIA.
Cano, E. (2008). La evaluación por competencias en la educación superior. Profesorado.
Revista de currículum y formación del profesorado, 12, 3. Consultado el 31 de
enero de 2012. http://www.ugr.es/~recfpro/rev123COL1.pdf
Perrenoud, Ph. (2008). Construir las competencias. ¿Es darle la
espalda a los saberes?. Revista docencia Universitaria. Consultada el 31 de
enero de 2012. http://www.riic.unam.mx/01/02_Biblio/doc/CONSTRUIR%20LAS%20COMPETENCIAS%20perrenoud.pdf