12 octubre 2006

CULTURA ESCOLAR Y LAS CONDICIONANTES DEL CAMBIO EDUCATIVO

La psicología, sociología, antropología, la política e incluso la religión son áreas del saber humano que nos van entregando lineamientos y formas de entender la dinámica y el desenvolvimiento del comportamiento humano en un tiempo y contexto determinado, para así ir definiendo los rumbos y accionar de los variados componentes de nuestra sociedad que dicen relación con las actitudes y valores, en concordancia con los requerimientos contemporáneos del desarrollo individual y colectivo. A este saber, las instituciones formales, como organizaciones no y gubernamentales; y las relaciones sociales formales y no formales; las empresas, se van conformando y desarrollando considerando las orientaciones que nos entregan las disciplinas antes mencionadas. Con todo ello, se va originando una cultura de vida que desemboca en una macro cultural que caracteriza a cada país, región, provincia, comuna, localidad y grupo familiar, cada uno situado en su propio contexto. De esta forma, las instituciones educacionales, asentadas en esta macro cultura común, están dependientes de los saberes, avances y nuevas visiones esas disciplinas, las que a su vez, se contextualizan en una micro cultura determinada por la cultura particular del lugar donde se desarrollan y accionan, lo que le da, al igual que a los demás sistemas de organización, una característica única e irrepetible, que hace que ninguna organización escolar sea idéntica a otra, aunque estén delimitadas por marcos legales, tradiciones, metodologías, etc. que le son comunes. A raíz de lo anterior entonces, cabe preguntarse ¿porqué razón las escuelas, a pesar de compartir una macro cultura común se diferencian unas de otras?. Para esclarecer lo anterior debemos considerar que la psicología nos entrega conocimiento objetivos sobre la individualidad de las personas quienes poseemos características, habilidades, capacidades, valores, visiones, gustos, etc. que nos son propias; de la misma forma la sociología, apoyada por la psicología, nos hace entender el comportamiento de los grupos humanos de acuerdo al contexto geográfico en que se desenvuelven, sus tradiciones, religión, cohesión, nivel de educacionalización, etc. Por tanto, de la misma forma como no encontramos a dos personas idénticas, tampoco podremos encontrar dos grupos humanos idem. Otros aspectos distintivos que fundamentan estas diferencias nos la entrega la antropología desde un punto de vista histórico-genético; la religión con la percepción del cosmos y la visión espiritual; y la política reflejada en la forma en cómo nos organizamos y damos solución a las dificultades y problemas. Los centros educativos no se pueden abstraer de esta versatilidad, ya que ellos están llamados a fortalecer la construcción individual y social diferenciada, rescatando las potencialidades de cada uno, y de la colectividad, para plasmar, en cada caso, una propia identidad. Ahora bien, debemos coincidir que los “cambios”, en todo ámbito de cosas, son irrefrenables y necesarios, porque nos permite la renovación y superación, que en definitiva son la razón de la existencia humana en su afán por la perfección. Entendido de este modo, los “cambios” debieran ser considerados como parte integrante, necesaria y permanente de la dinámica individual y social que hace que se nos amplíen las posibilidades de renovación y superación, aludida antes, a través de la búsqueda y desarrollo del trabajo social compartido, de la creatividad, de habilidades, de valores, etc. Sin embargo, por simple que parezca el entendimiento de lo anteriormente planteado, se contrapone a ello el natural escepticismo a provocar innovaciones por considerarse, muchas veces, que lo tradicionalmente realizado y lo actualmente vivido es lo adecuado, y que un cambio puede provocar notorios desequilibrios. En este sentido, podemos ejemplificar las críticas a la forma en como los padres actuales están llevando adelante la educación de sus hijos, en la cual impera el convencimiento que la formación que a los adultos actuales nos entregaron es la correcta, con relaciones padre-hijo marcadas de mucha sumisión, respeto, obediencia y castigos ejemplarizadores. Ello, es el manifiesto de un cambio social que no ha sido comprendido cabalmente por la lejana asimilación de nuevas formas de vida, producto de las variaciones y adecuaciones a los nuevos tiempo. Por tanto, podemos explicitar que el tiempo es un factor condicionante para acomodar la idea de “necesidad de cambio” . A este respecto, en el ámbito educativo, existen una amplia gama de condicionantes que hacen que se dificulte la concreción de ello. Muchas de ellas son dependientes de los responsables y protagonistas del sistema como profesores, directivos, alumnos, padres; como también de entes indirectos, y de mucha relevancia, como la tecnología, las comunicaciones, los recursos, las tradiciones, la religión y las políticas imperantes. Modificar por tanto, una cultura escolar establecida requiere, como ya se a ha mencionado, de tiempo, pero de igual forma de planificación, compromiso y unión donde cada profesional este involucrado con ella para que cada esfuerzo y capacidad individual se potencie con el apoyo de otros; y objetivos claros para guiar y desarrollar adecuadamente el proceso de innovación . Como bien lo plantea Hopkins (1984) “la innovación de la institución escolar implica una escuela que toma más responsabilidades para: el desarrollo de su propio currículum; el desarrollo profesional de sus profesorado; innovación y cambio su propio desarrollo (es decir, autorenovación y salud organizativa); y con la sociedad en general de la que es reflejo y a la comunidad a la que sirve”. Las actuales Políticas Educacionales están incentivando el cambio en los paradigmas, y los marcos legales y pedagógicos están a disposición para llevar a cabo está tarea. Así, es saludable la idea de afianzar el provocar en la cultura escolar la promoción de cambios metodológicos, evaluativos, organizacionales, de relaciones, etc. para hacer frente a los requerimientos de formación del perfil de persona que queremos. La elaboración de planes y programas propios y flexibles nos ayudan a determinar más fácilmente nuestra propia cultura escolar cimentada en armonía con la sociedad en la que nos desenvolvemos. Por ello, el currículum debe y puede ser adaptado a las necesidades y características de los alumnos, para potenciar integralmente la formación de ellos. Así por ejemplo, si en un establecimiento existen carencias en el ámbito del lenguaje se deben buscar las estrategias necesaria para fortalecer esa área incorporando novedosas acciones de cambio que considere lo ya dicho con antelación para su buen éxito. Actualmente, este proceso de innovación, en Chile, está comenzando a emprender vuelo después de pasar por un período de condicionantes que obstaculizaban dicho proceso. Entre ellos se pueden ejemplificar la marcada rigidez curricular establecida por un Gobierno autoritario; paradigmas de aprendizaje-enseñanza que menospreciaban la creatividad afianzando la aceptación de lo impuesto; falta de actualización y perfeccionamiento docente; baja estima profesional de los profesores acompañada de escaso reconocimiento social a su labor; focalización secundaria de la labor docente de los profesores por bajos salarios, lo que acarreó un reducido compromiso con su labor; escasez de recursos, tanto económicos, tecnológicos y comunicacionales, nivel de desarrollo país semi estancado; fuerte influencia religiosa, etc. Sin embargo, a la luz de los avances en esta tarea es imprescindible constatar que la “cultura de la innovación” aun no está cementada en nuestro sistema, y que aún existen, y seguirán existiendo, condicionantes fuertes que provocan falta de fluidez de este proceso. En tal sentido, queda pendiente poder cohesionar la labor docente al interior de las escuelas donde se provoque un trabajo coordinado en equipo, donde prime lo profesional y analítico en desmedro de interese particulares, donde el norte sea la eficiencia, pertinencia y calidad de la educación que cada escuela entrega a sus alumnos en su propio contexto social donde el individuo aprenda a “saber vivir” o “aprenda a ser” ((Edgar Faure, 1972) Dicho de otro modo, la cultura escolar, condicionada por factores psicológicos, sociales, religiosos, políticos, antropológicos, etc. debe buscar la formación integral de los discentes donde éstos encuentren espacios y oportunidades para desarrollar sus capacidades, habilidades, actitudes y valores que les proporcionen una enfoque de vida orientado al humanismo cristiano democrático para transformarse en personas con ansias de búsqueda constante de realización personal integral.
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